domingo, 22 de septiembre de 2013

Creciendo en la Academia


Pocos conocen a fondo la historia de Roa, salvo sus amigos más cercanos, y su amada Tessa.
Claro, también están su padre adoptivo Remulus, y su abuelo, el Archimago, siendo este último el mago más reconocido en la historia del círculo de magia.

Ahora les contaré la historia de como un pequeño niño, que llegó a los brazos de un viejo y cansado mago, se convirtió en un gran estudiante de las artes Arcanas.

Refugio Celeste y la Peninsula Roja son dos lugares fundamentales para el entrenamiento (y contención) de todo niño o niña que muestre capacidades mágicas. Siendo el castillo de la Academia de las murallas rojas el más estricto, estando bajo constante vigilancia del Imperio, y el círculo de Inquisidores, liderados por el Sumo Ejecutor, Lord Vexxar.

Todo aquel que muestra "el don", es marcado de por vida, condenado desde su nacimiento, o bien a una vida de reclusión y estudio de las artes místicas; o al servicio del Imperio y el Clan Oscuro, como fuerza militar de asalto.

Los pequeños que nacen en una familia privilegiada, o al menos, en una familia que goza de cierto prestigio, tiene la suerte de acceder a la mejor educación posible, y por supuesto, el control del Imperio, aunque insoslayable, deja pasar ciertas cosas a veces.

Otro es el caso de aquellos que nacen huérfanos, o en condiciones de pobreza. Si los candidatos no prueban tener cierto control de sus habilidades, son perseguidos y ejecutados, junto a toda su familia. Aquellos magos renegados que escapan al control imperial, son conocidos como Apóstatas. Pero no todos ellos se oponen al imperio, la mayoría solo quieren llevar vidas normales, como todos los demás.
Sin embargo, al Sumo Ejecutor poco le importa esto. Sus Inquisidores persiguen incansablemente hasta al último de ellos, para capturarlos, y darles muerte de forma espantosa.

Roa, es un caso especial, proveniente de origen humilde, y sin un clan que lo respalde, tuvo la fortuna de ser adoptado por el Archimago, quien lo hizo pasar por su nieto, descendiente de una hija bastarda. La fortuna quiso que el Sumo Inquisidor, recibiera la estricta orden por parte del Emperador, de hacer la vista gorda en aquella ocasión, aunque a regañadientes, ya que Vexxar pensaba ejecutarlo a la primera oportunidad que tuviera.

Así fue como Roa inició sus primeros pasos en el mundo de la magia. De la mano de un sabio y excelso, Harold Harmbringer, hechicero supremo. Y con un destino aún más grandioso por delante, esperándolo fuera de las murallas de granito rojo, que encierran las inmediaciones del castillo.

Al año, dijo su primera palabra, cosa absolutamente normal para un infante. Cierto es, que en el caso de los magos, todas las palabras que usan, tienen cierto poder sobre el mundo que los rodea. Y el balbuceo de un bebé no es la excepción.
Al año y medio, hacia todo tipo de travesuras; desde prender fuego a los juguetes o a los muebles de su abuelo, como a congelar la leche en el biberón, incluso hizo que un gran librero empotrado en la pared, se desprendiera, causando un tremendo desastre en las dependencias de su abuelo.

A los tres años de edad, al apagar las velas de su torta de cumpleaños, incendió la barba de su abuelo, que desde ese día (y para desgracia del pobre Archimago) continúa sin crecer.
A los cuatro años y medio, mientras aprendía los primero ejercicios de control y aplicación de la energía mágica, destruyó las columnas de una de las escaleras del castillo, causando un terrible derrumbe.

Harto de su falta de control, su abuelo aplicó ciertos hechizos de restricción, para paliar un poco su creciente poder.

A la edad de cinco años, logró lanzar su primera bola de fuego contra un blanco inmóvil, para alegría tanto de su padre adoptivo, el halconero Remulus , como de su abuelo. Y más adelante ese mismo mes, logró su primer hechizo de ilusión, al hacer desaparecer una silla del despacho del Archimago.

Las cosas iban bien encaminadas, así que el sabio y viejo mago, decidió que la hora había llegado. Su nieto habría de ser añadido al grueso del alumnado regular. A la edad de seis años y tres meses, ingreso como pupilo en las primeras clases de magia aplicada, donde se destacó casi de inmediato.

Pero, al haber sido criado en cierto ostracismo (cosa que le marcó de por vida) las relaciones para con sus pares no eran de lo mejor. Se metía en problemas regularmente, muchos de sus pares se mofaban de él por ser de baja estirpe, y algunos incluso lo agredían.

Un día, mientras escapaba de unos bravucones, un par de alumnos apareció para defenderlo. Sus nombres eran: Athos Von Havock , y Royhansen Primus. De más esta decir que los bravucones huyeron aterrorizados ante la visión de dos de los estudiantes de más prestigio en la academia. Aunque unos meses mayores que Roa, los tres congeniaron de inmediato, y ese fue el inicio de una larga y hermosa amistad.

Y quizá, ese haya sido uno de los eventos más importantes en la vida de nuestro héroe ; el primero de muchos  más por ser contados.


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